Mejora de la memoria visual
Hacer un puzle se basa en ordenar piezas teniendo un esquema previo de la imagen que tenemos que construir. Es muy importante la observación y recurrir al modelo las menos veces posible. En el momento en que hagamos el puzle de memoria debemos pasar a otro de mayor complejidad.
Desarrollo de la concentración
Es necesaria la concentración para poder montar las piezas del puzle. A los niños nerviosos o impacientes les calma este ejercicio, lo que también les ayudará en el momento de hacer los deberes o estudiar. Hay que dedicarle tiempo, pero sin llegar a obsesionarse.
Estimula la habilidad espacial y lógico-matemática
Los puzles y rompecabezas representan una perspectiva y permiten la recreación mental de los diferentes planos en que se sitúan los objetos (cerca, a distancia media o lejos), ya sea en espacios bidimensionales o tridimensionales.
Al mismo tiempo entrenan la resolución de problemas al tener que observar y elegir entre varias piezas del mismo color o forma. Tendremos que analizar el espacio disponible para colocar la pieza y observar el entorno.
Mejora de la psicomotricidad
Para los más pequeños, coger y colocar las piezas de un puzzle y encajarlas en un espacio determinado supone un trabajo de motricidad fina y de coordinación ojo-mano. Estas habilidades son importantes para aprender a escribir por lo que es bueno el uso de rompecabezas sencillos para bebés desde los 2 años o antes.
Enseña autocontrol y reflexión
El montaje de las piezas requiere ser preciso y paciente, no podemos colocarla hasta no estar seguros. En los fallos debemos relajarnos y tolerar la frustración. La meta merecerá la pena cuando podamos mirar con orgullo nuestro rompecabezas terminado.
Potencia la relajación y la gestión del estrés
Concentrarnos en el desafío que tenemos delante alivia el nivel de ansiedad y tensión, por lo que también son una buena opción en las últimas horas del día, antes de la cena. Un buen desarrollo en la consecución de nuestra meta final nos aporta bienestar y placer.
Mejora las relaciones cercanas
El puzzle se puede realizar en familia o con amigos, de este modo se derivarán otros beneficios como el trabajo colaborativo y se estimula el apego.
Con las niñas y niños no hay nada exacto, pero podemos daros una idea de dificultad para los más pequeños.
Hasta los dos años lo mejor empezar con rompecabezas cuadrados y después pasar a puzles de pocas piezas. El objetivo no será en principio que construya dibujos, sino que mejore la capacidad de agarre y la coordinación mano ojo.
Hasta los 4 años. Podemos trabajar juntos los puzles desde las cuatro hasta las doce piezas. Enséñaselo hecho, desmontadlo y montadlo de nuevo.
Entre 4 y 5 años. Podéis trabajar con los puzles de alrededor de 20 piezas. Ya estará en el cole repasando números y letras, así que las imágenes de su serie favorita con los números (por ejemplo) del 1 al 10 serán un gran reclamo. También fotos familiares y sus nombres despertarán su curiosidad y le harán concentrarse.
A partir de esa edad y si han estado montando puzles desde pequeños lo mínimo serían las 48 piezas. Seguramente ya no tengan problemas para hacerlos solos y les iremos animando introduciendo otros de 96 o 120 piezas, poco a poco, sin que lleguen a frustrarse.
Una buena idea en cuanto avancemos en complejidad es empezar por las esquinas y los bordes, siempre habrá un lado liso.
Agrupar figuras ya conocidas o colores antes del comienzo también nos ayuda en los comienzos y cuando lleguemos a puzles muy complejos.
El primer rompecabezas fue creado por John Spilsbury en 1760, un experto en el diseño de mapas. Lo hizo al montar uno de los mapas que había creado sobre un tablero, recortándolo alrededor de las fronteras de los países. Esta creación fue usada en Gran Bretaña como pasatiempo educativo para enseñar geografía a los niños. Su uso exclusivo en la enseñanza perduró hasta cerca de 1820.
Alrededor de 1900 nacieron los rompecabezas artísticos. Aquellos rompecabezas cortados a mano debían ser montados siguiendo los contornos de la imagen y las áreas de color, las piezas, desprovistas de pomos, no se ensamblaban entre sí como los rompecabezas de hoy en día.
En la primera década del siglo XX, un famoso fabricante de juguetes estadounidense decidió dedicar toda su producción a los puzles artesanales de madera e introdujo unas variaciones muy bien acogidas por el público: las piezas figurativas y los pomos.
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